Pablos es un chico nacido en una familia muy pobre y de muy dudosa moralidad. Al ir a la escuela conoce a un chico llamado Diego Coronel, hijo de una familia de la clase alta y se hará muy amigo de él. Los padres de este deciden poner a Pablos al servicio de Diego enviándoles a estudiar fuera de su ciudad y les alojan en una pensión que lleva un tal "licenciado Cabra". Así empiezan las aventuras (o más bien desventuras) de un joven pícaro que forzado por su mala fortuna, tendrá que espabilar y convertirse en un gran engañador, mentiroso y por supuesto ladrón con el fin de progresar en la vida. Despues de abandonar sus estudios, deberá volver a casa donde su tío, verdugo de la localidad, ha tenido que ajusticiar a su padre y actuar como depositario de su herencia. Acabará por hacerse amigo de un hidalgo venido a menos que le enseñará como vivir en la corte. Vivir del cuento, por supuesto ;)
La novela picaresca es un género literario que aparece como respuesta a las novelas de caballería, en las que todo el mundo se caracterizaba por ser bueno, noble y honrado. En este tipo de libros, los protagonistas suelen ser personas que, llevadas por la necesidad, se ven obligadas a mentir, robar y hacer lo que sea para poder sobrevivir. Sin embargo, no dudan en narrar sus peripecias con buen humor y en intentar enseñar al lector los problemas que traen sus actividades. En España, la novela picaresca empieza con la publicación del Lazarillo de Tormes, y durante todo el Siglo de Oro, aparecen varios autores más que enriquecen este género con las aventuras de Guzmán de Alfarache o del Lazarillo de Manzanares.
Francisco de Quevedo y Villegas fue un escritor nacido en Madrid en 1580 que fue famoso por tener una gran enemistad con Luis de Góngora. Con frecuencia se dedicaban poemas el uno al otro donde, con una enorme sorna, se burlaban de cosas como la creatividad (o ausencia de ella) hasta de sus rasgos físicos tal y como hizo Quevedo en su poema "A una nariz". Quevedo fue un gran amigo de un noble de la época, el duque de Osuna. Por desgracia, el duque de Osuna perdió todo su poder político y arrastró a Quevedo con él, lo que acabó en el exilio de este último a La Torre de Juan Abad. Quevedo acabaría muriendo en el pueblo de al lado, Villanueva de los Infantes, en concreto en el convento de los frailes dominicos en el año 1645.
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